Si San Pedro te espera con un manojo de llaves bailando entre sus dedos, bien. Pero si te toca pasar la eternidad en el piso de abajo, prepárate, un señor rojo y malhumorado te recibirá tenedor en mano. ¡Con lo que costó introducir el tenedor en Europa! ¡Si hasta el demonio tenía uno!… bueno, tal vez no era santo de su devoción.
Los «frikis» del «fourchette».
En todo invento hay un antes y un después, pero en el caso del tenedor también tenemos un largo durante. Y es que este artilugio, indispensable hoy en día, no terminó de cuajar del todo hasta bien entrado el siglo XVIII, casi podríamos decir el siglo XIX (suena cerquita ¿eh?).
¿Pero qué me dices? ¿Que el pedante de Luis XIV comía con las manos? Pues, si. Como lo oyes(por lo menos al principio). Hasta que no estuvo bien asentado el uso del tenedor la gente de a pie comía con los dedos, y los reyes también. Hoy en día, con lo finos que nos hemos vuelto, nos puede sonar algo guarrete y asalvajado; pero la verdad es que no debía ser para tanto. Tenían cuchara (menos mal, que la sopa con las manos puede ser una odisea) y cuchillo, con el que solían cortar en daditos los alimentos sólidos, a fin de que resultara mas fácil servirse con las manos. Para la gente más remilgada existían unas normas, más que justificadas, a la hora de sentarse a la mesa. Por ejemplo, no estaba muy bien visto que te chupases los dedos(tú me dirás),la comida se cogía solo con tres dedos (debía quedar más fino, digo yo) y entre plato y plato debías lavarte las manos(tal vez evitando encontrar sabores novedosos de mezclas más que curiosas.)
¡El frotar se va a acabar!- pensó la hija del emperador de Bizancio, Teodora, cuando mandó que le fabricaran un tenedor de oro con solo dos dientes para no mancharse (ni las manos, ni el vestido) al comer. Quiso, con sus modales orientales, camelarse a su corte veneciana; pero le salió mal la jugada, y fue considerada rarita y cursi. No solo consiguió que la vieran como una «friki», sino también como una pecadora. La iglesia calificó este nuevo invento (en occidente) como instrumento del demonio (ahhhh, ahora todo encaja…). Defendían su postura argumentando que solo los dedos humanos eran dignos de tocar los bienes que daba el Señor. Pero la oscura verdad que se escondía tras este rechazo era: que a más de uno le resultaba imposible comer usando este artilugio. Había gente, no muy habilidosa, que gracias a esta nueva e higiénica prolongación conseguía pincharse los labios, las encías y los dientes cada vez que trataba de llevarse un bocado a la boca.
El pobre tenedor, relegado al olvido, permaneció pacífico, sin volver a atacar a nadie, al menos durante los siguientes 300 años. Fue en el siglo XVI cuando en Italia, un movimiento pro-higiene lo puso de moda, extendiendo su uso en todo el país.
Los amantes del «fourchette» trataron de introducirlo en Francia sin mucho éxito,por lo menos al principio, (fueron de nuevo considerados un poco raritos por tales prácticas), hasta que, en 1533, la princesa Caterina de Medici, en su boda, consiguió que el tenedor calara hondo (no literalmente) en su corte. Sin embargo,el modo de usar el tenedor correctamente siguió siendo un misterio conocido sólo por unos pocos.
En el siglo XVII el nuevo invento se introdujo en Inglaterra, no sin antes ser recriminado, de nuevo, por la Iglesia. A aquel que seguía esta nueva tendencia se le consideraba «Furcifer» que en Latín significa «el que usa el tridente» (vamos, una forma fina de llamarles como a nuestro amiguito del principio). Hasta que Carlos I de Inglaterra no dio el visto bueno al nuevo utensilio- «Es decente usar tenedor»- este no comenzó su lenta pero segura expansión por las islas británicas .
Finalmente, en los albores del siglo XIX, gracias a la producción en masa y a la galvanoplastia, las clases medias en su afán por parecer mas ‘altas’ recibieron con los brazos abiertos (y la boca tambíen) la versión asequible de este instrumentum diaboli.
Brihuega, Restaurante La Peña Bermeja.