La imaginación del incansable Leonardo Da Vinci viajó más allá de su tiempo para legarnos un sinfín de curiosos artilugios, cada cual mas sorprendente. Su enigmática Mona Lisa con su misteriosa sonrisa le sigue allá dónde vaya, pero lo que no todo el mundo conoce es su prolífica faceta culinaria.
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El inventor del bocata dio a luz a un sinfín de normas de comportamiento, recogidas todas ellas en el código Romanoff (tatara-tatara-abuelo del actual protocolo). Reglas extremadamente lógicas la mayoría y otras que de extravagantes y estrafalarias consiguen transportarnos a un caótico banquete de la época. 5oo años atrás cuando las relaciones interpersonales eran mas viscerales y las redes sociales todavía no habían irrumpido en nuestras vidas, surgió este necesario códice. Gestado mientras Da Vinci trabajaba como Maestro de Banquetes para el Gobernador de Milán, y escrito partiendo de la sensatez con la que intentó humanizar aquellas reuniones.
Sorprende la naturalidad con la que se trataban ciertas situaciones, imposibles hoy en día, como por ejemplo la de cómo sentar a un asesino en la mesa:
«Si hay un asesinato planeado para la comida, entonces lo más decoroso es que el asesino tome asiento junto a aquel que será el objeto de su arte, y que se sitúe a la izquierda o a la derecha de esta persona dependerá del método del asesino, pues de esta forma no interrumpirá tanto la conversación si la realización de este hecho se limita a una zona pequeña«
Descubrimos que artilugios en la actualidad sumamente cotidianos, relegados a un segundo plano en la lista de grandes inventos, pero que sin los cuales las cosas no serían como son fueron ideados por Da Vinci. La humilde servilleta surgió a raíz de una curiosa historia (ya la publicaremos más adelante) y fue la estrella de su caótico estreno. Tampoco podemos olvidarnos del omnipresente tenedor, que aunque no fue un invento suyo propiamente dicho, lo mejoró añadiéndole un diente mas, consiguiendo así mas estabilidad. Leonardo Da Vinci, polifacético hombre del renacimiento, nos legó un sinfín de ingeniosos artefactos
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Su mente incansable, aún 5 siglos después de su muerte, sigue sorprendiéndonos.
Brihuega, Restaurante La Peña Bermeja.